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NICHOLAS C. BURBULES[i] |
Filósofo, es un apasionado por el empleo de nuevas tecnologías dentro del aula, es profesor del Departamento de Estudios de Política Educativa de la Universidad de Illinois, Chicago, Es doctor en Filosofía de la Educación de la Universidad de Stanford.
Libros
Artículos
2011: Fingiendo escuchar. Significado de aprendizaje ubicuo.
2009: Una filosofía situada de la educación.
2008: El potencial democrático y educativo de los blogs políticos.
2006: Más allá de la brecha digital. La educación de Comunidades Autónomas: La colaboración y el aprendizaje a través de Internet.
2005: La práctica: Un concepto de educación central.
2004: Repensando la virtual.
2002: Una odisea filosófica.
PROPUESTA PEDAGÓGICA
La visión pedagógica de Burbules, consiste en forjar un compromiso igualitario de respeto mutuo, en el que los participantes se benefician con la oportunidad de aprender con otros y de otros, que conocen, comprenden o saben hacer cosas que aquellos no conocen, no comprenden y no saben hacer, en el contexto de una relación dialógica. Relación que mediante la confianza y el respeto admite diferencias en el conocimiento comprensión o especialización sin caer en la inflexibilidad y en el autoritarismo de los roles.
Concepción renovada del diálogo
Burbules nos abre a una concepción renovada del diálogo, lo aborda desde la perspectiva de la relación dialógica; por ello se ocupa del espíritu del diálogo. Descubre que el diálogo es guiado y ordenado por el intercambio propio de la comunicación, de manera que, tiene la capacidad de llevar más allá de las intenciones iniciales. El espíritu del diálogo, es la capacidad de mantener en suspenso muchos puntos de vista y al mismo tiempo, el interés básico por crear un significado común.
Lo principal en la relación dialógica es el compromiso entre los interlocutores, que se adquiere en esta relación comunicativa; este compromiso, es la oportunidad que abre y sostiene en el tiempo la educación: “el vínculo que une a dos ‘o más’ personas en la búsqueda en común de conocimiento, acuerdo o comprensión interpersonal” (Burbules, P. 45). El compromiso en el diálogo es indispensable, porque su resultado es incierto, la discusión debe estar motivada por algo más, pues esta puede tornarse, frustrante, confusa o conflictiva. Esta disposición es el subyacente espíritu del diálogo, que consiste en una cierta voluntad o amistad, por la cual ciertos puntos de vista ceden a la posibilidad de la construcción conjunta de un significado común; más aún, lo realmente importante no son los puntos de vista iniciales, sino la argumentación que se ofrece y a la que se atiende con simpatía e interés, de manera, que se comprenda la argumentación del otro, y se abra la posibilidad de modificar el propio punto de vista.
La relación dialógica
Como punto de partida el respeto, la confianza y el interés mutuos, están presentes con miras a establecer lazos que superen los desacuerdos, confusiones, fallas y malentendidos; por tanto, esta relación es diferente a cualquier otra, pues apunta a una relación interpersonal profunda y consistente. El interés cognitivo (apuntando a la comprensión y al conocimiento o acuerdo) que une al maestro con los estudiantes está acompañado de sentimientos recíprocos (cualidades afectivas de preocupación y compromiso), juntos conducen “al sentimiento fundamental de un cuidado auténtico y al pensamiento generoso que se desarrolla a su servicio” (Ibíd.); de esta forma, más allá de los sentimientos unidos a las creencias particulares y a los valores, se cae en la cuenta que, el otro (que siente, cree y valora férreamente aquello que, yo no siento, creo, ni valoro de la misma forma), es alguien a quien debo no solo admitir, sino con quien debo cohabitar.
Esta interacción arrastra y atrapa por sí, mediante su dinámica interna cobra fuerza y dirección, no por la mera combinación de perspectivas y conocimientos (Ibíd.) de los individuos que participan; pues las interpelaciones de los interlocutores “hacen brotar en mí pensamiento que yo no sabía que tenía, así que al mismo tiempo, que le presto pensamientos, él hace lo propio haciéndome pensar también” (Ibíd., P. 47).
Puede que la relación dialógica inicie como asunto de dos individuos aislados, que empiezan a hablar, pero, una vez establecida la relación:
“el encuentro dialógico compromete a los participantes en un proceso a la vez simbiótico y sinérgico; más allá de ese momento en particular, nadie puede guiarlo o dirigirlo conscientemente, y el orden y la fluencia del propio intercambio comunicativo toman el mando” (Ibíd.).
Y así, son ahora dos yoes relacionales, que dialogan de manera cognitiva y afectiva, y que quedan envueltos en la relación dialógica, más allá de las propias intensiones al hablar y al escucharse entre ellos.
COMPRENSIÓN: VISIÓN CRÍTICA

El diálogo en contextos de diversidad
La diferencia cultural, religiosa, racial, de sexo o de clase crean barreras para el diálogo, al tiempo que la diferencia cultural, religiosa, racial, de sexo o de clase son una oportunidad para establecer relaciones de comprensión y cooperación, transversales a esa diferencia.
Aunque esta afirmación parece anularse, pretende resaltar, que en la relación dialógica, los participantes no responden a la identidad, ni a la igualdad, pueden ser diametralmente diferentes; pero sí apuntan, a la comprensión intrapersonal y a la disposición de cultivar cuidado, interés y respeto hacia el otro, al hallar formas de hablar y de comprenderse. Comunicación y comprensión, rebasan las diferencias lingüísticas y culturales, aunque estén atravesadas por relaciones de poder y defectos personales (Ibíd., P. 53). Pero es posible reconocer y respetar las diferencias como oportunidades para “alcanzar perspectivas nuevas justamente porquevienen ‘de afuera’: de una visión del mundo y de un conjunto de experiencias que son muy diferentes a las propias” (Ibíd.).
Aún así, el diálogo no apunta a la conciliación, ni a la eliminación de las diferencias, no pretende eliminar, ahogar o superar lo diverso mediante el “consenso”, o el ejercicio de “inculcar”; al contrario, el diálogo apunta a preservar y mantener las diferencias, entrando en las experiencias educativas. El criterio para la comprensión, es que todos los participantes posean la oportunidad de cuestionar, someter a prueba o poner en duda el punto de vista del otro. El resultado del diálogo oscilará entre máximos: conclusiones comunes y mínimos: altos grados de comprensión y de aprecio por la posición del otro; entonces, el acuerdo no es la meta, adviene en el camino de interacción que se transita.
Diálogo, igualdad y comunidad.
La igualdad no es condición que posibilite el diálogo, la diferencia en conocimiento, experiencia e inteligencia, lleva a establecer relaciones. En cambio, es precisa la reciprocidad que una a los participantes en una relación mutua de interés y respeto, en la que algunas veces el hablar cederá el paso al escucha, y en otras el escuchar cederá el paso al hablar, el papel activo y el pasivo se intercalan, en el cuestionamiento a las autoridades y en la atención que se les presta. Es así como la relación dialógica es pedagógica, en la que “los participantes buscan enseñarse el uno al otro y aprender el uno del otro” (Ibíd., P. 55).
Esta reciprocidad igualitaria, que parte de la voluntariedad de la participación en el diálogo, supone también la simetría y el respeto, como posibilitadores de la construcción de comunidad. Burbules nos propone celebrar las diferencias de las culturas, basados en la capacidad de coexistir de manera no violenta y de interactuar de manera tal, que se enriquezca y fortalezca la vida del otro; esto es posible, solo en la medida en que se comunican y coordinan acciones transversales a las diferencias, fundando una comunidad de supuestos flexibles y no homogéneos. El asunto radica en problematizar, no en excluir. En este mismo sentido se propone, elaborar una “versión de la comunidad pedagógica” (Ibíd., P. 59), para ello debe (Ibíd., P. 60):
1. Reconocer la realidad de los conflictos y las relaciones de dominación existentes.
2. Evitar caer en los extremos del pesimismo o del utopismo, sobre si la comunidad pedagógica tendrá éxito o no.
3. Centrarse en la naturaleza y el valor del proceso educativo, en contextos reales de práctica.
4. Ser sensible a la diversidad de la experiencia y a los modos de expresión, que los participantes llevan a la relación dialógica.
5. No renunciar a comunicar y comprender atravesando las diferencias.
6. Ser lo bastante similares para que la comunicación ocurra, pero lo bastante diferentes para hacer que valga la pena
Diálogo y autoridad
En el ejercicio educativo, es imposible evitar algún tipo de autoridad, a pesar de las relaciones igualitarias que se establezcan; pero la autoridad no se debe dar por hecha, debe justificarse, no en las instituciones, ni en las jerarquías o en los privilegios. En la dinámica del diálogo, la autoridad del maestro no queda definida por un rol, que puede conferirle jerarquía y privilegios, que puede no merecer; es primordial ser honesto con lo que se sabe, con los talentos que se poseen y con la satisfacción que causa desempeñar un papel en el aprendizaje de otros, razones por la cuales se es docente.
El docente debe cuestionarse y de manera explícita en el diálogo indagar del lado de los estudiantes, qué les motiva al aprendizaje y a obedecer, para que la autoridad sea consensuada, no aceptada por imposición, sino porque lo que hay en el otro, yo no tengo. Esto hace que en el diálogo los momentos de aprendizaje y de enseñanza no tengan fronteras fijas, porque siempre se está aprendiendo y siempre se está enseñando, estos cambios continuos no implican ausencia de autoridad, sino que ella no esta ligada exclusivamente a uno de los participantes.
La autoridad legítima escucha y hace posible la confianza necesaria para que se oiga la voz del otro, es sensible a las circunstancias ambientales, a las historias personales, a la dinámica interpersonal y aprende a acallar su propia voz con el tiempo. El objetivo será, que los interlocutores “rechacen nuestra autoridad o ya no la consideren necesaria para su desarrollo” (Ibíd., P. 63), cosa que solo logra una persona investida de autoridad y con miras al desarrollo y a la autonomía.
A manera de conclusión, podemos decir que la relación dialógica busca que la autoridad sea superflua, entendida y ejercida con sensibilidad, apunta a repudiar las tradicionales concepciones jerárquicas de autoridad y se constituye en el curso de la relación dialógica, sin precederla ni antecederla.
FACTORES EMOCIONALES DEL DIÁLOGO
En la relación dialógica lo cognitivo y lo afectivo van de la mano, pues lo cognitivo esta mediado por la simpatía en el otro, simpatía que posibilita la creación y el mantenimiento de la relación, la cual aborda, tanto ideas como sentimientos.
Interés
El interés se expresa en el compromiso con los interlocutores, en el intenso interés en ellos y en lo que dicen; estamos interesados plenamente en nuestro interlocutor e interesados en comprometerlo con nosotros. Nos ligamos con lazos de empatía y compromiso mutuo, que toman tiempo y coadyuvan al persistir; se trata de sentir algo hacia la otra persona y hacia el tema en común.
Confianza
La confianza parte del creer, del confiar en la buena voluntad del otro y esta es mayor cuando es un presupuesto que se da por sentado entre los interlocutores. De entrada, se debe hacer un esfuerzo, para que el interlocutor sienta confianza de expresar sus creencias, experiencias y sentimientos, por lo tanto se requieren seguridades explícitas y gestos implícitos. Tomar la iniciativa siempre será un buen camino, posteriormente estos esfuerzos conscientes ya no serán necesarios.
De otro lado la confianza se expresa en el altruismo, de dejar a un lado las pretensiones puramente retóricas y poner en común una disposición, que mantenga en reserva lo dicho, que se abstenga de juzgar, que diga con honestidad lo que se piensa y se siente y finalmente, que responda de manera reflexiva y simpática.
Respeto
El respeto permite la reciprocidad igualitaria y el mantenimiento de la relación, a pesar de las diferencias en el conocimiento, en los valores y las creencias. Implica respeto para sí y para el interlocutor, al darle de entrada el beneficio de la duda.
Aprecio
Se trata de valorar las cualidades singulares, que los interlocutores aportan al encuentro dialógico y al sentir estima por ellos más allá de la simple tolerancia de las diferencias.
Afección
La afección implica un esfuerzo excepcional: el amor, sentimiento que permite suspender el juicio, hasta estar seguros de que, todos los interlocutores han comprendido los puntos de vista iniciales. Por supuesto la afección será más duradera si es mutua y si son valiosos “los contenidos conversacionales, en apariencia triviales o marginales para el tema en cuestión” (Ibíd., P. 71), y que llevan a establecer tal cualidad de relación, que posibilita explorar el tema.
Esperanza
Es vislumbrar la relación dialógica, como fuente de nuevas ideas, de formas de comprender y como lazo entre nosotros y los demás; esto implica una visión teleológica del diálogo, la espera de resultados de comprensión, de acuerdos y de desacuerdos, que estimulen y hagan fructífera la relación a largo plazo.
VIRTUDES COMUNICATIVAS Y DIÁLOGO
Abordamos el ámbito ético de la relación dialógica, cuyo eje central es la relación entre el Yo y el Otro; de manera más general, las virtudes son disposiciones y prácticas que permiten tener buenas relaciones comunicativas. Abarca cualidades tales como la tolerancia, la paciencia, la disposición a hacer y a recibir críticas, admitir el propio error, re-interpretar o traducir los propios intereses, auto-limitarse para que los demás tengan ocasión de hablar y fundamentalmente “la disposición y la capacidad de escuchar con cuidado y atención” (Ibíd., P. 73).
Es necesario dejar a un lado el dogmatismo y los intransigentes puntos de vista. Solo así será posible que expresar las creencias, valores y sentimientos propios de manera clara, prestando atención y escuchando a los demás. Burbules no refiere la teoría, porque el desarrollo de estas virtudes solo se da en el campo de la praxis, en la interacción social, moldeada ciertamente por el contexto.
El maestro tiene como tarea promover estas virtudes comunicativas, estableciendo una “cultura moral”, de eco social y político, basado en la solidaridad, y de actitud crítica hacia instituciones e ideologías. Con esto se recalca que el diálogo no se agota en sí mismo, sino, que apunta al ámbito social, a convertir cualidades personales en objetivos educativos primarios y que inevitablemente, resonarán en “la organización del aula nuestros supuestos acerca del currículo y la enseñanza, y la relación entre la escuela y el hogar” (Ibíd., P. 78).
LAS REGLAS DEL JUEGO DEL DIÁLOGO
El diálogo debe ser lo bastante abierto para discutir las reglas de juego, e incluso la forma en que se establecen las reglas del juego, teniendo presente que aunque se pueden cuestionar las reglas, algunas deben respetarse para que el diálogo siga en curso. Por lo tanto los presupuestos del diálogo se justifican, en supuestos explícitos de la naturaleza humana, la historia y la sociedad: la moralidad y la racionalidad.
BURBULES C. Nicholas. El diálogo en la enseñanza. Teoría y Práctica. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1999.