FORMACIÓN INTEGRAL

RAFAEL CAMPO V.[1]

Sociólogo colombiano, especializado en desarrollo de la educación, doctor en sociología y en educación; docente de la Universidad Sophia, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá y de la Pontificia Universidad Javeriana, sede Bogotá. Sus líneas de investigación son: innovaciones educativas, educación y desarrollo, calidad de la educación y la educación superior.

Libros

  • Prácticas de estudio de universitarios. Caso Neojaverianos 2001. Con RESTREPO Maryluz, 2002. 
  • La docencia como práctica. El concepto, un estilo, un modelo. 2002. 
  • La docencia como práctica. Con RESTREPO Maryluz, 2002. 
  • Un modelo de seminario para estudios de posgrado. Con RESTREPO Maryluz, 1993. 
  • La imagen de los latinoamericanos del Japón y los Japoneses: El informe de la encuesta piloto en Colombia". 1988.
  • La escuela católica y su rol en la educación colombiana. 1981

 Artículos

2000: "La relación maestro-alumno como factor decisivo en la calidad de la educación superior.
1999: Formación integral.
1985: Japón y Latinoamérica: La dialéctica entre lo nativo y lo foráneo como clave de su historia y su cultura.
1999: Formación integral. Modalidad de educación posibilitadora de lo bueno.
1995: Del oficio a la profesión.

MARILUZ RESTREPO J. 

Magister en filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctora en filosofía. Directora de Humanidades e Idiomas, de la  Escuela Colombiana de Ingeniería "Julio Garavito".      

Libros 
 Artículos

Comunicación, Filo de la Organización[2]

PROPUESTA PEDAGÓGICA 

Ser en desarrollo. Fundamento de la formación

El fundamento de esta propuesta es que el hombre no está terminado, está en un continuo hacerse humano; su ser, es ser proyecto, lanzado hacia el futuro  no hacia su presente. Es el ser humano quien tiene la responsabilidad en sí, de hacerse en actos de superación.

Este estar sujeto al hacerse implica conocerse, descubrirse y configurarse poco a poco en lo que puede hacerse como posible; pero más que ceñirse a lo visiblemente posible, puede hacer de lo que parece improbable un medio para crear-se.

La acción humana configura la cultura, por tanto el ser humano debe transformar su naturaleza y volverla común, explorando y encontrando sentido, sus posturas serán relevantes, en la medida en que las vuelve palabra. Es un movimiento de doble vía, el hombre se educa a través de la palabra, pero porque él ya ha llenado de contenido y de sentido la palabra, de manera que, “en la actuación y el decir, el hombre revela lo que es. Haciendo mundo se hace a sí mismo y en ese hacerse configura el mundo. Ahí radica la fuerza de la cultura” (Campo. P. 7).

De otro lado, todo está referido a una identidad social, al hacer y construir con el otro, al devenir; mi ser humano debe ser eco del hacerse humanos de los demás. Desplegar y configurar la humanidad, exigen del ser humano llenar de sentido cada uno de los ámbitos de la existencia; entonces, la tarea permanente es la formación humana, darse forma y definir su humanidad, aquello que le hace ser quien es. La persona como agente de su propia existencia es capaz de configurar su ser.

Así vemos que la apuesta de estos autores es la formación, mantenerse abierto al otro, hacia lo distinto, salir de sí mismo para ser nuevos seres que respondan a la cultura de la época. Por tanto, los resultados de la formación surgen de procesos interiores de formación, conformación y transformación, no responde a objetivos exteriores; así mismo la formación no es un deshacerse de lo  pasado, pues la formación es un concepto histórico que guarda y es crítico de todo lo anterior.

Entre tanto, la formación asimila el sentido de lo humano en permanente construcción, así es como comprendemos y comprender es negociar, discutir, entrar en conflicto, intercambiar las posibilidades, reapropiarse de sentido, asimilar el sentido propio y el del mundo interactuando.

FORMACIÓN INTEGRAL, MODALIDAD DE LA EDUCACIÓN 

Educación para la formación

La formación se va dando, mientras que la educación es una parte importante de la formación, de ella se encargan las instituciones educativas, de manera sistemática educan en aquello que cada sociedad determina como objetivo del ser humano; de manera general, la educación debe apuntar a la formación.
En este sentido la tarea es “impregnar los procesos educativos de valor formativo” (Ibíd., P. 11).

Por consiguiente, el educando es para el educador un nuevo ser humano haciéndose, que establece una nueva relación con la vida y con el mundo; por tanto, la educación se dirige al bienestar humano, a la persona nueva, que tiene por delante y en sí, el desarrollo de sus cualidades y talentos. No obstante, esta responsabilidad no se asume solo de manera individual, se asume como proyecto comunitario; entonces, la tarea de la educación es asumir lo nuevo frente a lo viejo, el que está por ser, inmerso en un mundo que ya está lleno de coordenadas y de sentidos, de ahí que la educación sea el encuentro de lo diferente y su diálogo, constituyendo así variadas forma de lo humano.

Es razonable que la educación abandone su fin de adaptación y se conciba de manera hermenéutica, en tanto que como institución se conciba como “mediación entre el dominio privado del hogar y los mundos posibles” (Ibíd., P. 12).
       
Una formación que sea integral 

La formación debe ser “formación del ser de la persona en su integralidad” (Ibíd., P. 13.), por tanto, implica:
  • Asumir al ser humano como totalidad.
  • En cualquier actividad educativa la persona está implicada como un todo.
  • No privilegiar la inteligencia sobre la afectividad.
  • No separar la imaginación de la acción.
  • No separar el desarrollo individual del social.
  • Propiciar el desarrollo armónico de todas las dimensiones del individuo.
  • Suponer la unidad en la diversidad.
  • No exigir que todas las dimensiones del individuo se desarrollen de la misma manera,  con la misma intensidad, ni al mismo tiempo.
  • Propiciar el desarrollo del talento humano.
  • Permitir que cada quien sea lo que puede ser.
  • Avivar y buscar perfeccionar las fortalezas del ser humano, en el contexto de la totalidad de su ser.
  • Construir en la combinación de las diferencias.
  • Poner el énfasis en el proceso de constitución de la unidad del ser-persona.
  • No basar su labor en la enseñanza de competencias, ni en la transmisión de información.
  • Basar su labor en la elaboración de procedimientos que le permitan seguir aprendiendo, que permitan establecer conexiones, para que se asuma críticamente la cultura, creando así, nuevas maneras de ser y de actuar.
  • Buscar crear nexos entre lo especializado y lo general


Definición de un estilo

La educación como formación integral, exige una pedagogía (un modo particular de realizar acciones educativas), como estilo propio de ser (avivar la formación de persona de modo integral), como fruto de las formas de hacer.  De ahí que las características propias de la formación integral consistan en:

a.  Llegar a ser autónomo: ejercitarse en la libertad humana, es poder dar cuenta de nuestros actos e incidir sobre la propia vida. Es una “apertura ontológica y posibilidad de sobrepasar el límite de la información, del conocimiento y de la organización” (Ibíd., P. 16.), dando paso a la construcción de un mundo propio, mediante la crítica de las leyes y las instituciones.

b. Comprometerse con la transcendencia: saberse “finitos y a la vez inconmensurables” (Ibíd.), reconocerse criatura proyectándose, transgrediéndose y construyendo sentidos. Por tanto, aludimos a las condiciones que posibilitan el ser, nos dan sentido de lo humano, ejerciendo la libertad “haciendo Su voluntad” (Ibíd.).

c.  Ejercitar la justicia: respetar los derechos y libertades fundamentales de cada quien, orientados a la cooperación y convivencia social, ejercitando el respeto a lo diverso y salvaguardando la dignidad humana. “La justicia es el ámbito privilegiado en donde la formación se despliega en acciones solidarias que contribuyan al desarrollo de los demás” (Ibíd., P. 17).

PRACTICAS DOCENTES.

Maestro guía

El maestro es el responsable de promover permanentemente procesos de auto-reflexión, de impregnar cualquier actividad que se lleve a cabo, de valor formativo y de hacer explícitas las interrelaciones que se dan en el proceso educativo. Las acciones que configuran la práctica docente, parten del supuesto, de que es él quien propicia y promueve la formación integral.

El maestro es la persona del encuentro y la confrontación, coadyuva a la tradición; el fundamento de su labor no radica en lo que enseña, sino en la claridad que tenga en el por qué, para qué y cómo de las acciones que realiza, que contribuyen a la formación integral de los otros. De manera que, se considere de manera integral a aquellos que participan en los procesos formativos.

Auto reflexión 

El reconocimiento de sí mismo es la piedra angular de la formación, descubrirse en construcción permanente de la identidad y reflexionar implican revisar si cada una de las decisiones y acciones tienen un sentido formativo. Para ello, estos autores nos proponen espacios de reflexión para los estudiantes; el objetivo es que los estudiantes cuestionen su desarrollo, que tenga una mirada crítica acerca del mundo y proponga soluciones a los retos que éste le plantea.
En este punto se destaca la capacidad de auto reconocimiento, la posibilidad de volver sobre sí mismo y sobre el mundo que construye, entonces:

"a los maestros le corresponde reconocer el sentido de estar frente a unos estudiantes, de transmitir conocimientos, de mostrar mundos, de instaurar el diálogo, de abrir espacios para los conflictos y su reconciliación, de dar la palabra… como base de la configuración de las nuevas prácticas educativas (Ibíd., P. 22.)

Los autores proponen como método para generar procesos de auto reflexión, el relato autobiográfico, pues involucra categorías literarias, psicoanalíticas, pre comprensivas, afectivas y de discernimiento. Es un trabajo hermenéutico de búsqueda de sentido y de otorgamiento y apropiación de nuevo sentido.

Valor formativo

La acción curricular es “el semillero de la formación integral” (Ibíd., P. 23), por ello el conocimiento es considerado en su valor formativo y no solo en su valor productivo; el currículo no se entiende como objeto determinado definitivamente, sino como construcción curricular procesual.

El currículo es un método, que se construye al caminar, “es proceso formativo, posibilidad por realizarse acompañado de su razón, de su sentido” (Ibíd., P. 24). Entonces, la acción de curricularización, es una acción intencional, que da sentido, da valor formativo a cualquier actividad que se realice, es “donde se concreta la función orientadora de la educación en tanto que muestra caminos, trayectos que están por recorrerse” (Ibíd.). Todo lo extracurricular, será todo aquello que no se considera importante dentro de la formación, por ello son curricularizables los tiempos libres, la biblioteca, la oración, porque se les reconoce su valor formativo y porque se les articula como nuevas acciones y prácticas educativas.

Las interrelaciones

Son el fundamento que posibilita la formación integral, especialmente la relación profesor – alumno, esta relación se caracteriza porque de suyo tiene una intensión formativa, se constituye el lugar del encuentro en el que se gestan otras formas de relacionarse, que se extienden fuera del ámbito escolar.

De un lado, la relación profesor – alumno, supone simetría entre ellos, mientras que uno “enseña, señala, se entrega, el otro aprende, recibe y apropia (Ibíd., P. 27). De otro lado, se cimienta en la validez del error y en la confrontación,  propias de la transformación; así mismo está destinada a terminar y es intencionalmente indeterminada, para que el alumno supere al maestro. Por tanto en la formación es determinante el acompañamiento que no sea solo instrumental, sino que se constituya en “permanente proceso de construcción del sí-mismo-en-relación” (Ibíd., P. 28),  con las siguientes características:

  • Estar dispuesto a tener algo en común.
  • Estar dispuesto a dar y a recibir.
  • Estar atento al recorrido del otro para guiarle y mostrarle caminos.
  • Estar dispuesto a dejarse guiar y a abrirse a nuevos sentidos que le impulsen al cambio.
  • Estar dispuesto más que al acuerdo, a la confrontación y al desacuerdo, pero apuntando al mismo sentido. 


En esta relación se transmite y muta la cultura, en ella se mezcla la tradición y la innovación, en ella se forma la humanidad y el hombre nuevo, quien enseña y quien está llamado a aprender y a perfeccionarse, durante toda su vida; es este el fundamento de la formación integral, que se desarrolla en el hacer clase. La clase es la “puesta en escena de la curricularización” (Ibíd., P. 29), en la que las acciones son fundamentales y el profesor es un verdadero maestro al mostrarse, al exponerse, al ser testimonio de lo que muestra y al dejar ser al otro, preocupándose por él, impulsándole y exigiéndole dar lo mejor de sí:

“establece con el alumno en términos de Jasper, un combate amoroso, en el que se lucha por la existencia propia y la del otro. Y en este combate se requiere de un estudiante… que se deje confrontar, que luche por descubrir los sentidos posibles que ante él se despliegan” (Ibíd.).

El maestro jamás dejará de aprender y está llamado a buscar en las mismas palabras y en las mismas acciones, sentidos diferentes y cada vez más profundos, escuchando y entendiendo lo que dice. La responsabilidad está puesta en construir con el otro, la formación integral es un compromiso vital de todos, alumnos y profesores,  en la que estos logran que aquellos acepten, lo que pueden hacer y ser y se desafíen a sí mismos.



Bibliografía:
CAMPO V. Rafael., RESTREPO, J. Mariluz. Formación Integral, Modalidad de educación posibilitadora de lo humano. Facultad de Educación, Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá D.C. 2000.