ERE DIALÓGICA E INTEGRAL

LECTURA DE LA REALIDAD

Hay una dicotomía irreconciliable que entre el mundo y el hombre plantea la presencia efectiva de la dinámica científica, constituyendo así la omnitud de lo ente; objetivando con ello al hombre, constituyéndole observador ajeno y aislado, determinando su existencia, y haciéndole presa de la lógica de la explicites. Esto crea una tensión entre la dinámica del mundo, que fluye objetivamente bajo la referencia de la dinámica científica y entre la actitud humana subjetiva, que se reconoce en su fragilidad.

El hombre objetivado, asume lo que la ciencia determina como realidad, consecuentemente la historicidad sucumbe ante el historicismo, es decir, al discurso legitimador con el cual, el hombre debe identificarse sin reflexionar, ni criticar, pues está legitimado más allá de sus posibilidades de conciencia. La ciencia como instrumento de poder, como arquetipo de progreso humano, engulle al hombre quien asume lo que ésta le impone. El hombre es cada vez, menos consciente de lo que es, habita menos en él, en sí-mismo, pues los valores, principios, intereses, expectativas e ilusiones que moldean y uniforman no solo los comportamientos, sino las conciencias, se transmiten por los medios de comunicación; esta tele-presencia atemporal, relativiza el espacio/tiempo, y actúa como instancia de poder y autoridad.

De lo anterior se entiende que la dinámica de la ciencia indiscutiblemente crea un ethos que excluye el diálogo y la crítica, en esta medida la ciencia nos fragmenta, haciéndonos extraños entre nosotros-mismos, quedamos referidos a nuestro hacer, más que al ser. En este sentido, el problema no es la ciencia por la ciencia, sino la ciencia a costa de la existencia misma, reduciendo todas las posibilidades de existencia a la inautenticidad.
Respuestas o construcciones

¿Cómo respondemos a la realidad que ante hemos presentado? Podemos desafiar a la ciencia mediante el cuidado, es una alternativa. La apuesta es despojarse del yo y asumir la mismidad. De modo que, se desafía la ciencia quitándole protagonismo al ente para darle paso a la conciencia, al estar-ahí en la propia existencia, es decir, al ser. Incluir junto a lo explícito, tangible, constatable, lo subjetivo, la imaginación, el deseo, el silencio, que abre la posibilidad de que lo absoluto se vuelva relativo y lo relativo cobre importancia. De manera, que nos enfrentemos con el ser, despojado de la omnitud, que oscurece, encubre, ignora, obvia y cosifica, en el hacer, el ser.

PUNTOS DE ENCUENTRO

¿En torno a qué dialogar?

¿Cuál puede ser nuestro lugar común? Nuestra condición de seres humanos haciéndonos. La finitud vivida en perspectiva de su última y más radical posibilidad, la muerte. La muerte es lo que tenemos más en común, nos limita la vida porque implica la vida misma; pertenece a la vida, pero solo se puede dar razón de ella apelando a su totalidad, pues está más allá de todo condicionamiento y de toda determinación. Ella cuestiona de manera radical, en busca de lo fundamental, el en-si, y lleva a hacerse problema de todo, cuestionarlo todo, sin aceptar presupuestos porque sí. El proyecto de humanidad mirado desde la humildad y  la reverencia, es decir, considerando que en la existencia se despliegan las posibilidades y se hacen efectivas conquistándolas, en un esfuerzo que consume la vida misma. La existencia y las posibilidades se asumen, cuidando de sí y de los otros, forjando un ethos auténtico que incluye la gratitud y la libertad, que a su vez implica respeto por la diferencia del diferente.
En esa medida al diálogo, subyace el silencio, como reverencia frente al misterio que es la existencia propia y la de los otros, que otorga libertad y opera en el único lugar donde sucede la emancipación de la dinámica científica y de mi tiranía: la conciencia.

Encontrarnos para dialogar, acerca de lo por construir, inicia y se mantiene en el silencio, mediante el cual la conciencia invita a las posibilidades desde la finitud, hasta la más posible de las imposibles limitaciones. En esta medida, nuestro obrar solo podrá responder  a lo más autentico de nosotros mismo: nuestra finitud, que gime como con dolores departo, ver la luz. La autenticidad que nos saca de nosotros, sin dejar de constituirnos como posibilidad. Es nuestra finitud, el asunto al cual debemos invertir nuestros esfuerzos.

Construir humanización mediante el diálogo

El asunto halla su importancia en que, la apuesta es la construcción de la existencia humana, pero ¿cómo construir humanidad desde la diferencia? Porque la ciencia tiene esta tendencia unificadora que distrae y evita levantar la voz, pues este ejercicio implica ser protagonista de la realidad, haciendo conciencia de mi voz en coexistencia con las demás voces; ello exige dialogar y más que hablar oír al otro, oír las disparidades de aquel que es diferente. El diálogo le implica a la ciencia, perder el monopolio del conocimiento, de la fuerza (antes propiedad del Estado, ahora en manos de los mass-media) y de nuestras conciencias.

Erradicar la diferencia, induce a dar todo por hecho, a acostumbrase a vivir, nada se espera pues todo se es dado; elimina del horizonte la posibilidad del diálogo, pues contrario a lo que la ciencia hace creer, las distancias se amplían, pues aleja de sí-mismo y de los demás, limitando así la posibilidad de construir humanidad, si ya todo se nos da, no hay que construir. En la existencia autentica, es fundamental respetar y dejar en libertad al otro para que viva de la manera en que mejor considere, así sea de manera inauténtica. El diálogo desde la diferencia, debe pasar por el reconocimiento y luego por el respeto de la diferencia. Sin embargo, condición que posibilita el diálogo es el silencio

Construcción desde la libertad y las opciones personales 

Nosotros, no podemos ser reductibles a ninguna determinación, somos los únicos conscientes de nuestro ser y los únicos capaces de reflexionar y dinamizar nuestra existencia. Por eso la fenomenología desentraña la existencia concreta, para construir existencia desde la diferencia, como una cuestión que conquistaremos totalizando, la preeminencia óntica y la preeminencia ontológica, que implican una cierta responsabilidad fundante de la propia existencia por el hecho de ser ahí.

La historicidad posibilita el tránsito de la descripción fenomenológica de las estructuras inherentes a la existencia, a la comprensión hermenéutica de la existencia. La temporeidad, posibilidad el horizonte de realización de la existencia. Esta dinámica asume la existencia, como “realidad radicada, en la que tienen su raíz todas las demás realidades” (Ser y tiempo. p. 396), comprende las cosas, a sí mismo y todas las diferencias que cohabitan o coexisten posibilitando la construcción de la existencia común, como conquista desde la diferencia.

La verdadera construcción desde la diferencia como una conquista, se produce por la revisión radical de las interpretaciones anteriores, por la capacidad de experimentar la crisis en los presupuestos fundamentales; crisis en las que, tambalea la la omnitud de lo ente, frente a la llamada de la conciencia del ser. Por esto la tarea de la conquista consiste en cuestionar las raíces mismas de la existencia, no dejar nada incuestionado, no asumir gratuitamente ningún presupuesto aunque se le tome como fundamento y construir sentidos significativos, nuevas interpretaciones que integren y se funden en las diferencias.


ERE INTEGRAL


"¿y yo a qué le apuesto en ERE?", la respuesta por sí, exige una respuesta que si bien se contesta desde un “acá”, está dirigida a un “allá”. Este “allá” no solo corresponde a un espacio, sino a un tiempo determinado, que aunque vislumbrado, es desconocido. Porque los escenarios formativos cambian, las personas que intervienen en los procesos formativos cambian, los contenidos cambian, las tecnologías cambian, los recursos se transforman; en fin, ninguno de estos elementos permanece constante, las realidades se releen y por supuesto, yo como ser humano, no soy igual. Sin embargo, en lo referente al fondo o contenido,  hay elementos que subyacen, que permanecen y que son esenciales, que hay que desempolvar para reevaluar y revalorar  permanentemente; son elementos constitutivos, que sostienen y como faro, dan dirección.


Estos elementos "esenciales" se muestran como un todo, constituyendo un quehacer [ERE], que se lee continuamente a la luz de lo circundante y que a su vez es clave de lectura, bajo la cual se relee la realidad y por la que la realidad misma encuentra norte. Estos son pilares, que determinan el rumbo de la ERE, cualquiera sea el escenario y frente a cualquier grupo de personas. 

De esta forma se deja claro desde el inicio, que la apuesta es pasar de la mera educación religiosa, a un compromiso vital, que implique una construcción reciproca del conocimiento con los jóvenes. Compromiso vital, que esté en movimiento, abierto a la crítica y sea preciso en la intención con la que modela. De esta manera mi indagación y posterior apuesta, será teleológica, responderá a los fines de la formación, así mismo, las pretensiones en la formación van de la mano con la manera de concebir al ser humano, por eso mi indagación, inevitablemente será también una apuesta, por un principio subyacente en la antropología: el amor.


Autonomía

Apuesto a una formación autónoma[1], como fin de la ERE y esto implica formar a un ser humano, a un joven completo, que ejercitado en la autonomía, haga elecciones justas, honestas, bondadosas y respetuosas, en las que sea primordial considerar cómo afectan aquellas, la relación con los demás, a quienes se les reconoce dignos y con voz, cooperando para hallar puntos en común mediante los cuales se construya humanidad y sociedad. La meta es llevar una vida  intelectual y moral, autónoma, en la cual sea posible ser dueño de sí mismo, actuar por convicción  y con pasión, no por temor, mediante coerción.

En devenir

Le apuesto como fin de la ERE, a que la persona humana joven, se conciba y se asuma  como ser inacabado, en devenir, o sea, en constante ejercicio auto-reflexivo[2], en el que se mire, se piense y se conciba a sí mismo lleno de posibilidades, asumiendo que su acción, es decir, el desplegar continuo de su humanidad, implica configurar –hallar y dar sentido- al individuo, la cultura y la sociedad. Así pues, esta meta solo es realizable en la medida en que, la ERE sea comprendida como formación de seres humanos y en esta medida sea una formación Integral.

De este mismo modo, es importante apuntar a la trascendencia[3], es decir, comprenderse finito y conmensurable,  criatura libre, cuya humanidad es condición de posibilidad de la persona, quien es capaz de optar por lo infinito e inconmensurable,  que da sentido a lo humano; desde luego la actitud fundamental será la escucha y la auto-reflexión, que permiten descubrirse en permanente construcción, responsabilizarse de la vida resignificándola y pensar, pensar el pensamiento y desde ahí pensarse[4]

Compromiso vital 

Le apuesto a la ERE integral[5], más aún a la ERE como un compromiso vital. La formación integral asume al joven como totalidad, le reconoce en constante despliegue de todos los ámbitos de su existencia,  no privilegia la inteligencia sobre la afectividad, no dicotomiza el desarrollo individual del social. En cambio, propicia el desarrollo armónico  de todas las dimensiones del individuo, que no desarrolla de la misma manera, ni con la misma intensidad, ni al mismo tiempo. 

Comprende que la totalidad, se construye en la combinación de las diferencias; en fin, busca el sentido de toda la acción humana.  Desde esta comprensión de la persona humana y de la educación, la tarea de la formación consiste en introducir al ser humano en un mundo en constante cambio, e impregnar de valor formativo toda actividad que se realice (porque el conocimiento permear toda la vida, más allá de la institución educativa), concibiéndose como lugar de encuentro y de diálogo, y como creadora [la formación] de sentidos y configuradora de identidad[6]. Formar a la persona, implica una vía por medio de la cual se le posibilita que se apropie, ame y se responsabilice de su humanidad. Es en este sentido en el que apuesto por la formación como un compromiso vital; vital en tanto el joven comprende y logrea reflexionar, que sea cual sea el camino por el que opte, la formación estará siempre presente en su vida, será un proceso que nunca acabará, en el cual jugará los dos roles de la formación, formador y formando; por tanto es necesario que haga conscientes proceso mediante los cuales asuma su existencia como un compromiso, en el cual es protagonista, es él mismo quien en un punto determinado modelará su ser. En esta misma línea, la apuesta es que cada persona sea agente de su propia formación[7] para no basar las relaciones propias del ejercicio formativo, en la jerarquía y el despotismo. 

En consecuencia propongo no eliminar, sino releer la figura de autoridad, que representa el maestro, a la luz de los sabios ancianos, a quienes la comunidad escuchaba para actualizar aquello fundante, que unía y daba identidad. Desde esta mirada más humana por tanto cercana,  se entiende que el maestro tiene la capacidad de guiar procesos formativos hacia la formación integral, de abrir horizontes y confrontar realidades. De esta forma la retroalimentación, la relación y el compartir llenan de sentido su hacer y el quehacer de quienes se forman, pues él no solo muestra, sino que al mostrarse provoca. Las relaciones maestro-estudiante se construyen desde las experiencias comunes en las que se juega la vida misma.

Diálogo

Apostar por el diálogo, implica retomar el efecto -según los filósofos antiguos- que tiene el diálogo directamente en el alma, de quienes participan en él; el diálogo modela el alma, porque en la medida en que el diálogo toma su propio cause, examino a mi interlocutor y me examino a mi misma, replanteo, retomo, memorizo y ordeno, entre tantas otras actividades que permite el diálogo. Esta forma de relacionarse y de formar, exige generosidad y libertad, frente al diálogo como ente autónomo y entre los interlocutores; éstos mediante argumentaciónes enriquecerán el diálogo.  

La tradición lo ha dicho, la experiencia y la intuición lo afirman, el diálogo es fundamental en la formación, por ello es importante reconocer a la persona humana, inherentemente dialogante. La relación dialógica[8], se ocupa del  espíritu del diálogo, que es guiado y ordenado por el intercambio propio de la comunicación, de manera que tiene la capacidad de llevar más allá, de las intenciones iniciales. El diálogo atrapa y absorbe, al yo, siempre en relación con el otro, fomenta y motiva las capacidades del intercambio comunicativo, no se reduce al ámbito de la lógica, ni de la lingüística; entre tanto, contiene un elemento pedagógico que no marca un límite entre la enseñanza y el aprendizaje.

La relación dialógica preserva las diferencias, lingüísticas, culturales, raciales, sexuales y de clase, como oportunidad para crear relaciones de comprensión, cooperación y así alcanzar nuevas perspectivas, conclusiones comunes, comprensión y aprecio por la posición del otro. Entonces, condición que posibilita esta relación, es la reciprocidad igualitaria entre los interlocutores, referida al interés y al respeto, la flexibilidad y heterogeneidad.  Esta relación además tiene en cuenta la presencia de elementos cognitivos y emocionales en su creación y mantenimiento, tales como el compromiso reciproco que adquieren los interlocutores y que exige de ellos tiempo y persistencia; respeto,  expresado en la escucha, pues "es una forma específica de hacer posible que se oiga la voz del otro"[9]. Así también aprecio, valor y estima por los otros y por sus aportes, amor por el interlocutor, que suspende el juicio y capta la tesis del otro; y  la teleología del diálogo, al obtener un acuerdo o desacuerdo que estimule.

Esta relación dialógica es además, de una preocupación educativa, un problema social y político, que orienta la vida práctica, convirtiendo las cualidades personales en objetivos educativos. Se hace necesario un compromiso en el que el diálogo no solo sea una manera de solucionar los desacuerdos, sino que sea un estilo de vida, porque aunque ya lo tenemos, parece que estuviera todo el tiempo en piloto automático, de modo que se hace necesario, que sea puesto en acción de manera consciente; así, el diálogo será evolutivo y diacrónico.

Construcción comunitaria 

Le apuesto a comprender al ser humano, como unidad biopsicosocial[10] dentro de la diversidad que le rodea y de la que hace parte; es decir, el joven apuntará a construir la cultura en la que quiere vivir y según la cual se modelará el desarrollo de su personalidad y en consecuencia la personalidad de quienes vienen tras él. Esto implica que esta construcción se realice en comunidad, que a partir de las necesidades propias, el joven defina los valores e ideales, que serán su itinerario.


Nos adelantamos a decir que, ya que la construcción es comunitaria se trabajará por la libertad, la autonomía, la democracia y la justicia, hacia los cuales se guiará la ERE como compromiso vital. De modo que, la apuesta va por no privilegiar la razón sobre la afectividad, salir de la zona de seguridad y confort, e integrar lo corporal, lo emocional y lo subjetivo, junto a lo cognoscitivo; reconocer que la acción humana es autónoma y libre, y propende por la diversidad, la singularidad y la autonomía. Esto implica que se rescate lo afectivo dentro de la formación, de aquí que, además del  aula, la familia, los mass media, las prácticas sociales y las relaciones interpersonales formen[11]Apostarle a una construcción comunitaria, que conlleve a ponerse al servicio de los demás, inevitablemente transformará realidades, porque la base del servicio es el amor que solo es generado por un movimiento interno de comprensión de la realidad del otro, en la cual subyace la justicia y la igualdad, el respeto por los derechos y libertades fundamentales de los otros, la cooperación y el respeto por la dignidad todos en la comunidad. 


Mi apuesta en ERE, es pasar de la mera educación a un COMPROMISO VITAL de formación DIALÓGICA E INTEGRAL, en la que se juega la vida misma, las tradiciones, la cultura, la identidad y todo un proyecto de nación y de sociedad, y por ello implica una construcción reciproca de conocimiento con los jóvenes. Es decir, dejar a un lado la sola adquisición de conocimientos, y apuntar a la construcción del conocimiento a partir de la propia necesidad, que la ERE sea trasversal a lo que hacemos y a lo que somos, pues permea la vida entera.  Esta apuesta es un movimiento bidireccional y reciproco entre los jóvenes y maestros. 

Le doy vida a mí propuesta con el lenguaje, empleando “compromiso vital”, que "relación dialógica" y “formación integralidad”, acudiendo a la formación que se aborda desde los paradigmas educativos que ofrece la psicología, desde los paradigmas políticos, éticos, sociales, epistemológicos, culturales y religiosos –mi específico quehacer- en los que me encuentro inmersa.

Es fundamental comprender que el joven es agente de su realidad y que la ERE debe propender por la unidad, por supuesto, en la persona humana, en todas sus realidades, ámbitos y posibilidades; pero además debe ser punto en el que converjan, todos los sectores de la población, pues la ERE como compromiso y asunto vital, forma sociedad, fortalece la cohesión y la identidad, construye redes de apoyo[12], familias comprometidas con la construcción de comunidades y personas dueñas de sí. Mediante el diálogo es posible poner en común la cultura, para que deje de ser implícita y se haga expresa la importancia de fijarla como objetivo en la formación, acompañada de autonomía, formación integral, dialogo y construcción comunitaria, que requieren un compromiso, que con el tiempo deviene en confianza, y en amor inclusive.




[1]KAMII, Constance Kazuko, La autonomía como finalidad de la educación implicaciones de la teoría de Piaget, Círculo de Chicago, Chicago.
[2] CAMPO, R. & Restrepo, M., Formación Integral: modalidad de educación posibilitadora de lo humano, Facultad de Educación. Pontificia Universidad Javeriana. 2000. P. 4 – 31.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] KAMII, Constance Kazuko, La autonomía como finalidad de la educación implicaciones de la teoría de Piaget, Círculo de Chicago, Chicago.
[6] CAMPO, R. & Restrepo, M., Formación Integral: modalidad de educación posibilitadora de lo humano, Facultad de Educación. Pontificia Universidad Javeriana. 2000.
[7] Ibíd.
[8] Propuesta por Burbules. BURBULES, Nicholas C., El dialogo en la enseñanza, teoría y práctica. Amorrunto Editores, Buenos Aires, 1999. P. 45 – 82.
[9] Ibíd., p. 63)
[10] TRUJILLO, S., La sujetualidad: Un argumento para implicar. Propuesta para una pedagogía de los afectos. Editorial Universidad Javeriana. Bogotá. 2008. P. 27 – 61.
[11] Ibíd.
[12] Expresaría Santa Teresa de Ávila: “amigos fuertes en tiempos recios”, en su Camino de Perfección,  Editorial Espiritualidad, Madrid, 1971.


BIBLIOGRAFÍA:

HEIDEGGER, Martin, ¿Qué es Metafísica?, www.philosophia.cl/Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Traducción  directa de Xavier Zubiri.